MI NICARAGUA

MI NICARAGUA
TIERRA DE LAGOS Y VOLCANES

¡Yo quiero a mi Nicaragua!

¡Yo quiero a mi Nicaragua! es un proyecto de activismo que propone la apertura y el resguardo de un espacio libre, positivo y seguro al servicio de todas y todos los nicaragüenses. El propósito principal de este espacio es facilitar el libre intercambio de ideas sobre los problemas que nos agobian a todos; sobre cómo trabajar juntos para forjar una Nicaragua mejor, sobre cómo asegurar un legado positivo para nuestras futuras generaciones. Este recurso está a disposición de todas aquellas personas que deseen expresarse y manifestarse a gusto, sin distinción alguna. Sin embargo que quede claro que el precio de admisión a este espacio son el respeto y tolerancia que nos debemos unos a otros como nicaragüenses y como seres humanos ante todo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Poder Ciudadano

En una democracia, el cargo más alto es el cargo de ciudadano.”
Felix Frankfurter, Juez Asociado, Tribunal Supremo EE.UU.

Creo con convicción que el poder ciudadano es un componente indispensable de una democracia exitosa. Nuestra joven democracia nunca ha destacado por ser verdaderamente participativa y los controversiales Consejos del Poder Ciudadano (CPC) nos ofrecen—en teoría—una oportunidad de hacer algo al respecto. Los CPC se podrían convertir en esa herramienta, para definir las metas del estado y monitorear el desempeño del mismo, que tanto necesita la ciudadanía nicaragüense. Asimismo, los podríamos utilizar para enfrentar ciertos problemas que nos agobian a todos por igual y para los cuales jamás encontraremos soluciones integrales a través del estado u otras instituciones convencionales.
¿Qué son los Consejos de Poder Ciudadano? ¿Qué hacen? ¿Cómo funcionan? ¿Quién los integra? ¿Para quién son? Estas son algunas de las preguntas que inundan mi cabeza, pero antes de aventurarme a ofrecer respuestas me percato de la gran diferencia que probablemente existe entre la teoría y la práctica en este asunto. En teoría [me baso en los planteamientos de Rosario Murillo] son organizaciones comunitarias al servicio de todos los nicaragüenses [sin importar las tendencias políticas], integradas por la ciudadanía general y dirigidas por líderes de base [sin importar las tendencias políticas], que identifican y velan por el interés público e interceden en nombre de este ante las autoridades gubernamentales dentro del contexto de barrio, comarca o municipio. En la práctica no está tan claro y desconozco mucho sobre los CPC. Sin embargo tengo una idea definida y alentadora sobre lo que podrían llegar a ser. Esa es la idea que quiero compartir con ustedes.
Lo irreal y ridículo de la polarización política que nos agobia como sociedad es particularmente evidente en nuestras agrupaciones sociales nucleares. Tanto mi vecino como yo sufrimos la falta de seguridad en el barrio, o el mal estado del camino que nos dificulta transportar nuestros respectivos cultivos al mercado más cercano, o el mal servicio que brinda ENACAL a nuestro sector, o la mala administración del colegio de la zona al que acuden nuestros hijos, sin importar nuestras diferentes simpatías políticas. En este contexto la solidaridad deja de ser un instrumento retórico y cobra vida propia. En este contexto podemos aprender a organizarnos y a trabajar unidos para exigir que el gobierno de turno cumpla sus obligaciones para con nuestras comunidades. En este contexto los CPC deben de servir para incluir y no para excluir.
Si trabajamos por ello, los CPC se pueden convertir en la máxima expresión del interés público. El interés público es el mandato colectivo mediante el cual los ciudadanos definimos las metas del estado que nos debe de servir y el gobierno que nos debe de representar a todos por igual. A la vez los CPC pueden llegar a ser un órgano ideal para monitorear el desempeño y la transparencia de los servidores públicos y las instituciones públicas. Luego nos informarían sobre estos y estaría en nuestras manos el asegurar que nuestros líderes políticos nos rindan cuentas. Estas hipotéticas ocurrencias no son viables si no nos comprometemos a hacer el intento de convertirnos en ciudadanos participativos. En nuestra realidad actual ese intento pasa por tomarle la palabra a Rosario Murillo, quien ha expresado que “la única condición para formar parte de los CPC es tener una vocación de servicio.”
Muchas personas se pueden oponer a esta sugerencia argumentando que se estaría legitimando una de las turbias e ilegales medidas mediante las cuales Daniel Ortega y Rosario Murillo buscan imponer su sed de poder sobre nuestra democracia pichona. La verdad es que a los CPC los legitimiza el vacío que llenan. Quizás si todos hubiésemos sido mejores vecinos en un inicio, hubiésemos sido solidarios, nos hubiésemos preocupado por el bienestar de nuestras comunidades; quizás entonces tendríamos asociaciones de vecinos, y una cultura democrática-participativa, y lograríamos trascender las divisiones que nos atrasan a todos por igual. En fin, no estaríamos como estamos. El participar en los CPC supondría un enorme gesto de buena voluntad por parte de todos aquellos nicaragüenses que no somos sandinistas. Le estaríamos demostrando a nuestros contrapartes sandinistas que en efecto los vemos como nuestros hermanos nicaragüenses ante todo. Estaríamos revitalizando la confianza y el capital social que tanta falta hacen a nuestro proyecto colectivo.
Otras personas quizás sientan miedo y crean que sería peligroso tratar de participar en los CPC. Algunos dirán que es una pérdida de tiempo, que jamás nos dejarían involucrarnos si no somos sandinistas. Si hacemos el esfuerzo sincero de unirnos a los CPC para velar por los intereses de todos los nicaragüenses y nos reciben con violencia o indiferencia, restaríamos poder y eficacia a la retórica oficialista. Esto a su vez podría abrir los ojos tanto a simpatizantes del gobierno actual como a la gran cantidad de personas apáticas que todavía andan por ahí. También fortaleceríamos la convicción y el compromiso de todos los demócratas nicaragüenses.
Quiero finalizar estas reflexiones sobre el poder ciudadano tocando un serio problema, el cual creo [entre bastantes otros] los CPC nos podrían ayudar a resolver directamente. El índice de embarazos en adolescentes de Nicaragua es uno de los más altos de toda Latinoamérica. Esto es extremadamente alarmante, más aun si lo consideramos en conjunto con nuestro alto índice general de natalidad y las durezas sociales, económicas y políticas de nuestro país. Estas tendencias no son sostenibles y conllevan consecuencias severas para todas las partes; especialmente para las jóvenes que ven sus aspiraciones y posibilidades limitadas por falta de una buena educación sexual. Vamos directo hacia una crisis de proporciones nunca antes vistas. Hasta ahora, me parece que no estamos ni preparados ni dispuestos a enfrentar esta amenaza.
El estado ha demostrado su ineptitud en este tema a través de la deficiente educación sexual que ofrecen nuestros colegios. Sin embargo la verdadera culpa, me temo, recae en las madres y los padres de familia. Nos estamos quedando de brazos cruzados mientras nuestra juventud hipoteca su bienestar y el de futuras generaciones, todo por que el tema sexual es incomodo, difícil y pensamos que lo más conveniente es ignorarlo. ¿Qué tiene que ver esto con los CPC? En primer lugar, a través de los CPC podemos exigir a los colegios y al MINED un mejor desempeño en este tema. En segundo lugar, los CPC pueden trabajar de cerca con actores como ProFamilia y los movimientos de mujeres para impulsar campañas de comunicación social que inculquen en los jóvenes actitudes responsables hacia el sexo. Por sobre todas las cosas, los CPC pueden servir como un espacio en el que nos reunimos y compartimos nuestras respectivas experiencias como padres, así entenderíamos que estamos juntos en esto y superaríamos el tabú que nos impide actuar.
CORTESIA DE "EL BUEN CHAVALO"

sábado, 5 de diciembre de 2009

NICARAGUA

En los últimos 100 años los nicaragüenses hemos sido fieles a la tradición sangrienta y estéril de la polaridad, hemos estado siempre divididos, purgados, y perseguidos conservadores, liberales, sandinistas, contras, razones habrá para semejante disparate o simplemente somos una sociedad bipolar, confusa y trasnochada impotente de evolucionar.

En los últimos 100 años han muerto millares de nicaragüenses, héroes y mártires todas y todas, quienes de manera desinteresada vivieron y murieron en búsqueda de un cambio social, una Nicaragua diferente libre y justa. Estos muertos y sus luchas no quedaron olvidadas sino relegadas y despintadas en el nombre de una calle, hospital o escuela.

Triste y vergonzoso tributo a nuestros muertos, somos unos perversos vampiros chupando sangre de los ilusos, de los que tienen esperanza, de los valientes, de los hombres y mujeres repletos de ideales, de esos que estaban vivos y que murieron para que el resto de nosotros, muertos todos, en la apatía, en la desesperanza, el hambre y la pobreza extrema pudiéramos volver a vivir.

No, pero nunca es suficiente sangre, no hay sacrificio sublime que quede plantado en nuestra corta memoria social, nos hemos quedado todos y todas sentados, pasmados e impávidos viendo la historia pasar, necesitando siempre más sangre. Creyendo que honrar la vida de esos muertos ser concretiza en bautizar las escuelas, hospitales, centros de salud y calles para recordar su muerte, maldiciendo las mismas al destinarle míseros centavos al presupuesto social de la República, ¿qué honor tiene bautizar con el nombre de nuestros héroes una escuela sin techo, libros y repleta de niños hambrientos?.

Escribo a los que están muertos, porque los vivos están siempre cumpliendo con su deber de buscar la justicia, la libertad, repletos siempre de fe y esperanza comulgando con sus sueños de vivos y muriendo por los muertos. Tengo la esperanza de la resurrección de los muertos, que aprendamos de la historia, que detengamos la sangre, que exijamos nuestros derechos y cumplamos nuestros deberes de ciudadano, de no ausentarnos en las luchas, de exigir buenos gobernantes y que gobiernen por el bienestar de todos, de detenernos a excusar a los corruptos, de exigir cárcel para quienes están robando la salud y la educación del pueblo, de exigir que cada centavo del estado llegue a donde debe ir, a exigir empresarios responsables y honestos, a exigirnos no más muertos, a unirnos en un plan de nación que nos saque de la miseria, que respete y se alimente de las ideologías, se lo debemos a nuestros muertos, se lo debemos a nuestra juventud, a nuestros niños y a nuestros ancianos.

No merecemos ser enterrados en la misma tierra de nuestros héroes y mártires, si somos incapaces de respetar y continuar su legado en la construcción de una Nicaragua justa, libre y unida por el bienestar de todas y todos los nicaragüenses-
CORTESIA DE: "LA MOKUANA"

viernes, 27 de noviembre de 2009

ESPACIO POSITIVO, ESPACIO SEGURO

Los espacios seguros, espacios en los que los nicaragüenses podemos expresarnos libremente, son más pequeños y aislados cada día. Esto es evidente sobre todo en nuestra realidad política. Sin embargo nuestra libertad para expresarnos y manifestarnos es coartada con mucha más frecuencia y cotidianidad en todo tipo de ocasiones. Cuando queremos cuestionar las cosas, cuando queremos incitar las dudas de quienes nos rodean, es a menudo cuando más nos instan a callar. No es una conspiración paranoica; nada por el estilo. Simplemente vivimos en una sociedad en la que—como es el caso en tantas otras, incluso diría que en todas—se sobrevalora el status quo, se ridiculiza la fe en el cambio positivo y se nos presiona a aceptar el parecer establecido.

El problema es que a diferencia de otras sociedades, tenemos muchas menos posibilidades aceptables y por ende muchas menos posibilidades viables. Quizás es por eso que tendemos a resignarnos tan fácilmente de cara a nuestros problemas sociales crónicos. Quizás es por eso que el uso de morteros en marchas cívicas se justifica como parte de nuestro folklore. Quizás es por eso que toleramos e incluso promovemos que nuestra juventud consuma alcohol desde tan temprana edad. Quizás es por eso que el machismo y la homofobia siguen siendo parte de nuestra idiosincrasia. Quizás es por eso que con tanta frecuencia nos dedicamos a satisfacer lo que otros esperan de nosotros; por eso nos emparejamos con quien sea del agrado de nuestro círculo familiar y social, por eso estudiamos lo que quieren que estudiemos, nos dedicamos a lo que quieren que nos dediquemos, y vivimos nuestras vidas de acuerdo a valores que pocas veces cuestionamos. Quizás es por eso que nos cuesta creer que juntos podemos cambiar nuestro sistema político y definir nuestro propio destino.

No me malinterpreten. No es que sea un rebelde que quiere atacar la tradición y los valores de nuestra sociedad. Es claro para mi que los valores tradicionales son parte importante de quien somos y como somos. Muchas de las mejores cosas que hay en nosotros se las debemos a generaciones anteriores que lograron inculcarnos principios de gran valor. Simplemente estoy convencido de que el criterio propio e independiente del individuo debe de ser fuerte para que una sociedad logre progresar. Esto es indispensable para que la tolerancia y el respeto se conviertan en los más altos principios de nuestro proyecto colectivo. Esa tradición sí que valdría la pena.

Somos hijos e hijas de un nuevo mundo, de una nueva era. Hoy en día nos resulta más fácil relacionarnos e identificarnos con personas de todo el mundo, de todas las culturas, todas las religiones y todas las ideologías políticas. Hoy en día nos resulta más fácil aprender a ver lo que tenemos en común, lo que nos une, y también a atesorar nuestras diferencias. Las revoluciones tecnológicas en transporte y especialmente en comunicación pueden ayudarnos a estrechar las brechas que nos separan a unos de otros. Si esto es así a nivel mundial, con mucha más razón aplica a nivel nacional. Este es el momento en el que debemos de aprovechar los frutos de la tecnología para forjar un mejor futuro en conjunto.

El Internet nos abre las puertas hacia la creación de un espacio libre y seguro en el cual nos podemos expresar, manifestar y organizar a gusto. De eso se trata este proyecto. Y para concluir quiero dejar en claro que la seguridad de este espacio depende menos del anonimato y el aislamiento físico que nos presta el Internet, y más del positivismo que nos debe de unir. Un espacio positivo es un espacio seguro. Es cierto que nuestra faena pasa por denunciar y resistir los atropellos en contra de nuestra libertad y nuestros derechos. Pero debemos de ir más allá. De ahora en adelante nos corresponde proponer y construir un mejor mañana; nos corresponde forjar una alternativa que represente los intereses y aspiraciones de la mayoría que estamos insatisfechos con las actuales opciones políticas. En vez de quejarnos por la falta de líderes políticos, entendamos de una vez por todas que nos corresponde a cada uno liderar; comprendamos que los políticos deben de ser nuestro instrumento y no al revés.

Yo soy todo aquel quien quiere un buen sistema público de salud y educación. Yo soy todo aquel quien quiere que los gobiernos y los políticos de todos las tendencias y partidos rindan cuentas a la ciudadanía. Yo soy todo aquel quien quiere ver el día en el que nuestro sistema político se convierta en un apoyo y no un obstáculo para lograr las metas personales y colectivas. Yo soy todo aquel quien quiere una Nicaragua verde, sin basura en las calles y en la que se aprovecha al máximo el enorme potencial de energías renovables. Yo soy todo aquel quien está dispuesto a trabajar por la paz, el respeto, la tolerancia y la libertad. Yo soy todo aquel quien cree que en la diversidad radica el éxito. Yo soy vos. Todos somos los buenos chavalos. ¡Usemos nuestro espacio positivo, nuestro espacio seguro, para salir adelante!