El problema es que a diferencia de otras sociedades, tenemos muchas menos posibilidades aceptables y por ende muchas menos posibilidades viables. Quizás es por eso que tendemos a resignarnos tan fácilmente de cara a nuestros problemas sociales crónicos. Quizás es por eso que el uso de morteros en marchas cívicas se justifica como parte de nuestro folklore. Quizás es por eso que toleramos e incluso promovemos que nuestra juventud consuma alcohol desde tan temprana edad. Quizás es por eso que el machismo y la homofobia siguen siendo parte de nuestra idiosincrasia. Quizás es por eso que con tanta frecuencia nos dedicamos a satisfacer lo que otros esperan de nosotros; por eso nos emparejamos con quien sea del agrado de nuestro círculo familiar y social, por eso estudiamos lo que quieren que estudiemos, nos dedicamos a lo que quieren que nos dediquemos, y vivimos nuestras vidas de acuerdo a valores que pocas veces cuestionamos. Quizás es por eso que nos cuesta creer que juntos podemos cambiar nuestro sistema político y definir nuestro propio destino.
No me malinterpreten. No es que sea un rebelde que quiere atacar la tradición y los valores de nuestra sociedad. Es claro para mi que los valores tradicionales son parte importante de quien somos y como somos. Muchas de las mejores cosas que hay en nosotros se las debemos a generaciones anteriores que lograron inculcarnos principios de gran valor. Simplemente estoy convencido de que el criterio propio e independiente del individuo debe de ser fuerte para que una sociedad logre progresar. Esto es indispensable para que la tolerancia y el respeto se conviertan en los más altos principios de nuestro proyecto colectivo. Esa tradición sí que valdría la pena.
Somos hijos e hijas de un nuevo mundo, de una nueva era. Hoy en día nos resulta más fácil relacionarnos e identificarnos con personas de todo el mundo, de todas las culturas, todas las religiones y todas las ideologías políticas. Hoy en día nos resulta más fácil aprender a ver lo que tenemos en común, lo que nos une, y también a atesorar nuestras diferencias. Las revoluciones tecnológicas en transporte y especialmente en comunicación pueden ayudarnos a estrechar las brechas que nos separan a unos de otros. Si esto es así a nivel mundial, con mucha más razón aplica a nivel nacional. Este es el momento en el que debemos de aprovechar los frutos de la tecnología para forjar un mejor futuro en conjunto.
El Internet nos abre las puertas hacia la creación de un espacio libre y seguro en el cual nos podemos expresar, manifestar y organizar a gusto. De eso se trata este proyecto. Y para concluir quiero dejar en claro que la seguridad de este espacio depende menos del anonimato y el aislamiento físico que nos presta el Internet, y más del positivismo que nos debe de unir. Un espacio positivo es un espacio seguro. Es cierto que nuestra faena pasa por denunciar y resistir los atropellos en contra de nuestra libertad y nuestros derechos. Pero debemos de ir más allá. De ahora en adelante nos corresponde proponer y construir un mejor mañana; nos corresponde forjar una alternativa que represente los intereses y aspiraciones de la mayoría que estamos insatisfechos con las actuales opciones políticas. En vez de quejarnos por la falta de líderes políticos, entendamos de una vez por todas que nos corresponde a cada uno liderar; comprendamos que los políticos deben de ser nuestro instrumento y no al revés.