Felix Frankfurter, Juez Asociado, Tribunal Supremo EE.UU.
¿Qué son los Consejos de Poder Ciudadano? ¿Qué hacen? ¿Cómo funcionan? ¿Quién los integra? ¿Para quién son? Estas son algunas de las preguntas que inundan mi cabeza, pero antes de aventurarme a ofrecer respuestas me percato de la gran diferencia que probablemente existe entre la teoría y la práctica en este asunto. En teoría [me baso en los planteamientos de Rosario Murillo] son organizaciones comunitarias al servicio de todos los nicaragüenses [sin importar las tendencias políticas], integradas por la ciudadanía general y dirigidas por líderes de base [sin importar las tendencias políticas], que identifican y velan por el interés público e interceden en nombre de este ante las autoridades gubernamentales dentro del contexto de barrio, comarca o municipio. En la práctica no está tan claro y desconozco mucho sobre los CPC. Sin embargo tengo una idea definida y alentadora sobre lo que podrían llegar a ser. Esa es la idea que quiero compartir con ustedes.
Lo irreal y ridículo de la polarización política que nos agobia como sociedad es particularmente evidente en nuestras agrupaciones sociales nucleares. Tanto mi vecino como yo sufrimos la falta de seguridad en el barrio, o el mal estado del camino que nos dificulta transportar nuestros respectivos cultivos al mercado más cercano, o el mal servicio que brinda ENACAL a nuestro sector, o la mala administración del colegio de la zona al que acuden nuestros hijos, sin importar nuestras diferentes simpatías políticas. En este contexto la solidaridad deja de ser un instrumento retórico y cobra vida propia. En este contexto podemos aprender a organizarnos y a trabajar unidos para exigir que el gobierno de turno cumpla sus obligaciones para con nuestras comunidades. En este contexto los CPC deben de servir para incluir y no para excluir.
Si trabajamos por ello, los CPC se pueden convertir en la máxima expresión del interés público. El interés público es el mandato colectivo mediante el cual los ciudadanos definimos las metas del estado que nos debe de servir y el gobierno que nos debe de representar a todos por igual. A la vez los CPC pueden llegar a ser un órgano ideal para monitorear el desempeño y la transparencia de los servidores públicos y las instituciones públicas. Luego nos informarían sobre estos y estaría en nuestras manos el asegurar que nuestros líderes políticos nos rindan cuentas. Estas hipotéticas ocurrencias no son viables si no nos comprometemos a hacer el intento de convertirnos en ciudadanos participativos. En nuestra realidad actual ese intento pasa por tomarle la palabra a Rosario Murillo, quien ha expresado que “la única condición para formar parte de los CPC es tener una vocación de servicio.”
Muchas personas se pueden oponer a esta sugerencia argumentando que se estaría legitimando una de las turbias e ilegales medidas mediante las cuales Daniel Ortega y Rosario Murillo buscan imponer su sed de poder sobre nuestra democracia pichona. La verdad es que a los CPC los legitimiza el vacío que llenan. Quizás si todos hubiésemos sido mejores vecinos en un inicio, hubiésemos sido solidarios, nos hubiésemos preocupado por el bienestar de nuestras comunidades; quizás entonces tendríamos asociaciones de vecinos, y una cultura democrática-participativa, y lograríamos trascender las divisiones que nos atrasan a todos por igual. En fin, no estaríamos como estamos. El participar en los CPC supondría un enorme gesto de buena voluntad por parte de todos aquellos nicaragüenses que no somos sandinistas. Le estaríamos demostrando a nuestros contrapartes sandinistas que en efecto los vemos como nuestros hermanos nicaragüenses ante todo. Estaríamos revitalizando la confianza y el capital social que tanta falta hacen a nuestro proyecto colectivo.
Otras personas quizás sientan miedo y crean que sería peligroso tratar de participar en los CPC. Algunos dirán que es una pérdida de tiempo, que jamás nos dejarían involucrarnos si no somos sandinistas. Si hacemos el esfuerzo sincero de unirnos a los CPC para velar por los intereses de todos los nicaragüenses y nos reciben con violencia o indiferencia, restaríamos poder y eficacia a la retórica oficialista. Esto a su vez podría abrir los ojos tanto a simpatizantes del gobierno actual como a la gran cantidad de personas apáticas que todavía andan por ahí. También fortaleceríamos la convicción y el compromiso de todos los demócratas nicaragüenses.
Quiero finalizar estas reflexiones sobre el poder ciudadano tocando un serio problema, el cual creo [entre bastantes otros] los CPC nos podrían ayudar a resolver directamente. El índice de embarazos en adolescentes de Nicaragua es uno de los más altos de toda Latinoamérica. Esto es extremadamente alarmante, más aun si lo consideramos en conjunto con nuestro alto índice general de natalidad y las durezas sociales, económicas y políticas de nuestro país. Estas tendencias no son sostenibles y conllevan consecuencias severas para todas las partes; especialmente para las jóvenes que ven sus aspiraciones y posibilidades limitadas por falta de una buena educación sexual. Vamos directo hacia una crisis de proporciones nunca antes vistas. Hasta ahora, me parece que no estamos ni preparados ni dispuestos a enfrentar esta amenaza.
El estado ha demostrado su ineptitud en este tema a través de la deficiente educación sexual que ofrecen nuestros colegios. Sin embargo la verdadera culpa, me temo, recae en las madres y los padres de familia. Nos estamos quedando de brazos cruzados mientras nuestra juventud hipoteca su bienestar y el de futuras generaciones, todo por que el tema sexual es incomodo, difícil y pensamos que lo más conveniente es ignorarlo. ¿Qué tiene que ver esto con los CPC? En primer lugar, a través de los CPC podemos exigir a los colegios y al MINED un mejor desempeño en este tema. En segundo lugar, los CPC pueden trabajar de cerca con actores como ProFamilia y los movimientos de mujeres para impulsar campañas de comunicación social que inculquen en los jóvenes actitudes responsables hacia el sexo. Por sobre todas las cosas, los CPC pueden servir como un espacio en el que nos reunimos y compartimos nuestras respectivas experiencias como padres, así entenderíamos que estamos juntos en esto y superaríamos el tabú que nos impide actuar.